viernes, 16 de enero de 2015

Soy yo, Édichka. Eduard Limónov.

Soy yo, Édichka. Eduard Limónov.

Marbot Ediciones, 2014.

Idioma original: ruso (publicado por primera vez en francés en 1979).

 Traducción: Ana Guelbenzu. 

Valoración: Recomendable.




Antes de que Emmanuel Carrère publicara en 2011 la biografía novelada de Eduard Limónov reconozco que no sabía nada del personaje. Eclipsado al frente de la coalición opositora a Putin por el ex ajedrecista Gary Kaspárov, su nombre me pasó desapercibido incluso cuando fuerzas especiales del ejército ruso irrumpieron en la cabaña donde se alojaba junto con algunos miembros de su partido y se lo llevaron detenido. Pasó un par de años en la cárcel mientras la organización que dirigía, el Partido Nacional Bolchevique, era ilegalizado y perseguido. La fama que Eduard Limónov ansió a lo largo de toda su vida, como poeta, escritor o político, le llegó al fin más por meritos de otros, en este caso Carrère, que por los suyos propios; pero gracias a esto, coincidiendo con el lanzamiento de Limónov, se han recuperado en castellano algunas de sus primeras narraciones, como Historia de un servidor y Historia de un granuja en ajadas ediciones de los años 80 rescatadas de algún polvoriento almacén, y ahora una nueva edición de la que fue la primera obra del escritor de Jarkov, Soy yo, Édichka, también conocida con el título ambiguo y poco edificante de El poeta ruso prefiere a los negrazos. 

 En esta suerte de autobiografía más o menos ficcionada, Limónov narra sus desventuras de inmigrante soviético en la Nueva York de la segunda mitad de los 70, una ciudad peligrosa, sucia y deteriorada con altos índices de criminalidad (en 1975 el ayuntamiento se había declarado en bancarrota). Esta ciudad en descomposición es el marco donde el poeta ruso intenta superar la ruptura de su matrimonio con la bella y caprichosa Elena, uno de sus grandes amores. Limónov sobrevive alojado en el infecto Hotel Winslow entre otros de su misma ralea, mientras cobra el subsidio social y hace algunos trabajos poco gratificantes. Entre tanto sueña con ser reconocido, pero una y otra vez su afán por destacar choca con la implacable realidad. En Nueva York Limónov ya no se viste con los oropeles del underground moscovita, aquí no es más que otro inmigrante más, un desheredado como los miles que inundan las calles de la ciudad. Un paria en busca de amor y fama. Y además, siempre, la sombra perturbadora de Elena.

Entre tanto escribe, y aunque su estilo no es muy depurado, no puede dejar de hacerlo. Su nihilismo rabioso, su mirada crítica y su ego infantil y chulesco convierten Soy yo, Édichka en un canto vitalista a la rebeldía, en un grito de batalla para celebrar la existencia incluso entre la basura. "De Kierkegaard", escribe, "aprendí que solo una persona desesperada aprecia de verdad la vida". Y además el libro está lleno de sexo, sexo como búsqueda del amor no correspondido, sexo en todas sus variantes. En resumen, un libro directo, hosco, excesivo, pero también honrado. Se le llega a tomar cariño al cabrón de Édichka.

No hay comentarios:

Publicar un comentario